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Los Años Murcianistas

Los Años Murcianistas

El olor a puro se mezclaba con el sabor a pipas gordas, de aquellas de los años ochenta, cuando las pipas eran como almendras. A los dos lados del escudo de la entrada del Estadio La Condomina había tres  puestos de banderas granas ondeando al viento, bufandines rojiblancos, boinas y sobre todo, pins. Pins de todos los equipos de fútbol, desde alguno que costaba la friolera de diez duros, del Mensajero, o del Alcoyano, y de diferentes estilos del Real Madrid, Barcelona y Athletic de Bilbao, aunque los más codiciados eran los de equipos desaparecidos, y así, había del Atlético Aviación o del Burgos CF, que no del Real Burgos. Esos eran de colección, y no estaban en venta, pero allí estaban expuestos.

 

Los puestos de agua eran grandes barreños de obra, con grandes trozos de hielo en barra y repletos de fanta, coca cola y cerveza, y precisamente ese era el grito de los chavales de La Fama que sin camiseta y con el pantalón arkapen de la época vendían las latas fuera del estadio y dentro, en la grada alta, en la baja y en la lateral, al sol. “¡Fanta, coca cola y cerveza!’ gritaban. El césped de La Condomina era una alfombra. La publicidad de la Caja de Ahorros de Alicante y Murcia competía en las vallas con la de Cajamurcia, con aquella ‘m’ emblemática que marcaba los balones del Entierro de la Sardina. Las gafas de sol oscuras y grandotas, con el esqueleto de pasta marrón oscura llenaban la grada baja de los ricos de toda la vida, donde el Panadero de Archena aguardaba en la verja, junto a los porteros, brazalete rojo en la manga y gorra de marinero con el escudo del Murcia, a que fueran entrando los 12.000 socios que aquellos años pagaban su abono anual murcianista sin inmutarse. Las colas para sacar entradas eran mínimas.  

 

Una hora antes del partido la placeta de La Condomina estaba a rebosar de corrillos y quinieleros. Se veían cientos de personas reunidas en torno a las quinielas. Corría el anís, como en los toros, y la regaliz. En los altavoces de la torre central del estadio sonaba aquella publicidad que grabó el por entonces líder del periodismo deportivo español, José María García, con aquello de ¡gol, gol, gol... de La Opinón! Y la célebre canción de Estrella de Levante, tantos años sonando por aquella megafonía. “¡Qué pasó!, ¿¡Qué pasó !?... que hubo un incendio y SESISA lo apagó... Estintores S.O.S.... El sonido de la megafonía se oía desde casi la Universidad y la gente permanecía de pie en todas las gradas, una vez dentro del campo, hasta que los dos equipos estaban listos para empezar el partido. El público comentaba. Amigos se saludaban. Se hablaba de fútbol, de la selección, del Imperial, del Cartagena, los chavales llegaba con su bandera, escudo del Murcia bordado en el centro y su camiseta con el 8, Figueroa, pantalón y calcetas, Mohamed Timoumi (en la foto)...

 

Un tipo mayor, de unos 50 años, con gafas y pelo blanco, acompañado por otro más joven salían al césped a cinco minutos del partido. Saludaban a los jugadores del Murcia, y recorrían la banda hasta el fondo sur. Allí extendían una hilera de petardos por todo el fondo de la portería que sonaban como cañonazos cuando el Murcia saltaba al campo. Medias rojas, pantaloneta blanca limpia y lisa y camiseta meyba roja sangre de manga larga, con el cuello blanco. Saltaban los hermanos Mejías a toda prisa al campo, corriendo, mientras miles de papelillos se mezclaban con el humo de la pólvora de la traca. El Murcia estaba en su campo y la afición, en pie, aplaudía de la misma forma en la que año tras año se hacía socia del Real Murcia, porque si, porque eran del Murcia, y todos los domingos iban a La Condomina a animar a los suyos. A estar con ellos, en Primera y en Segunda División. Cuando el rival saltaba al campo, apenas se oía nada, algún pitido leve, pero el silencio era casi sepulcral. El Murcia imponía a su manera, y el murcianismo llenaba la grada alta, los fondos y el lateral. Con el gol, el marcador del Bernabeu, aquel del Mundial 82, se llenaba de luz con la palabra GOL y la repetía seis veces a la vez que el murcianismo la gritaba fuerte hasta que se oía en al huerta, y todo precedido de aquel cohete ¡PUM! Que informaba a toda la ciudad de que su equipo, el Real Murcia, había marcado en su nombre.

Volvamos allí, por favor. Vale.

3 comentarios

QJELE -

Cuando el Real Murcia volvió a bajar a 2ª, mi hijo que tenía entonces tres años y se sentía orgulloso de ser del MURCIA, mientras otros chiquillos eran del Madrid o del Barcelona, me preguntó con toda la seriedad que puede preguntar un niño:

-¿Papa, ahora tendremos que cambiarnos de equipo?

Cuando pude reaccionar le dije que nosotros no teniamos ese privilegio, sin ningún tipo de fanatismo, nuestro corazón estará en esa grada lateral debajo del marcador viejo, a la que me llevaba mi padre, hace ya más años de los que desearía.

Un saludo.

-diez- -

Gracias hombre! Aquella época fue muy especial para todos. Creo que por ella somos los murcianistas que seguimos ahí. Debemos conseguir algo parecido para perpetuar el murcianismo... porque con lo que hemos pasado... corremos peligro de extinción. Un saludo!

A.ABELLAN, -

Que razon tienes, en esa epoca se vivia el Murcia como algo único, el babel a rebosar, para los niños era la oportunidad de ver de cerca a tus ídolos (en mi caso, AMADOR), con su casaca azul cielo y los guantes con los cuernos rojos, era el fin de mi viaje, y cuando acababa el futbol estaba tan reventado que no tardaba en dormirme en el coche, con el runruneo de la radio, no llegaba ni a cancarix, porque en esa epoca, los viajes tambien eran diferentes, pero cuando ganaba tu equipo ya sabias que los compañeros del madrid, no se reirian de ti esa semana, eso marca y te hace fuerte, y te hace ser cada dia del REAL MURCIA, es digamoslo asi y como dirian los euskaldunes el hecho diferencial, bueno no me quiero enrrollas solo darle la enhorabuena a mi amigo yayo por este bloq